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lunes, 12 de febrero de 2018

LA ESENCIA DE LA ALQUIMIA




¿Quién no ha escuchado hablar de la alquimia y de quien la hacía posible: los recelosos y misteriosos alquimistas? Si, esa ciencia que aseguraba poseer el tan deseado conocimiento para transformar la materia a su antojo como por ejemplo la transmutación de cualquier metal en oro. ¿Misticismo antiguo, delirios de grandeza o realidad? Lo que sí sabemos es que esta promesa de riqueza ilimitada fue muy bien acogida por los nobles y altos cargos de la Edad media que financiaban a los alquimistas para conseguir “la piedra filosofal”, una piedra capaz de transformar metales innobles, como el plomo y el cobre en metales preciosos, como la plata y el oro. Pero… ¿realmente lo consiguieron? No hay ninguna prueba evidente pero sí muchos manuscritos, libros y verdaderos tesoros de ilustraciones, cuadros y jeroglíficos que aseguraban esconder el secreto mejor guardado de esta "ciencia".
La palabra alquimia procede del árabe al-kīmiyaˀ o al-khīmiyaˀ que podría estar formada por el artículo al- y la palabra griega khumeia (χυμεία), que significa ‘echar juntos’, ‘verter juntos’, ‘soldar’, ‘alear’. La palabra árabe kīmiyaˀ, sin el artículo, ha dado lugar a ‘química’ en castellano y otras lenguas, y al-kīmiyaˀ significa, en árabe moderno, ‘la química’. 

Se ha sugerido que la palabra árabe al-kīmiyaˀ significaba en realidad,, ‘la ciencia egipcia’, tomando prestada la palabra kēme, ‘Egipto’, así alquimia era el 'arte de Keme', el arte de Egipto.
Se dice que la alquimia se inició aproximadamente desde el siglo IV a. C. hasta el surgimiento de la química y las ciencias naturales, a comienzos del XVII donde se interrumpió hasta resurgir en la época de la masonería.
Sin embargo hay sospechas de que la alquimia bien pudo iniciarse con la búsqueda de conocimiento de los colonizadores griegos en Egipto, quienes identificaron a uno de sus dioses, Hermes, con Thot, el dios de la sabiduría y escritura, guía de las almas en los infiernos y poseedor por derecho y por obligación de los libros de la vida y el destino de las personas, de las almas y del mundo.
A este "dios", los griegos lo llamaron Hermes Trismegisto, el patrón de los alquimistas, su protector e inspirador. Thot o Hermes había dotado al pueblo egipcio con numerosos libros y manuscritos que contenían todos los conocimientos naturales y sobrenaturales, entre ellos la escritura jeroglífica y el estudio de diferentes aleaciones de metales y que se decía se guardaban celosamente en la famosa biblioteca de Alejandría siendo casi en su totalidad destruidos en el incendio que destruyó este gran centro cultural. Algunos se salvaron y fueron copiados por traductores griegos y escribas iniciándose un secretismo hermético que aún dura en la actualidad.

Según los eruditos y primeros alquimistas, Hermes Trismegisto identificado como un faraón de la era prefaraónica y tras su muerte asimilado con el mismísimo Thot, transmitió un resumen de tales conocimientos en la Tabla Esmeralda (Tabula smaragdina), datada entre los siglos VI y VIII de nuestra era y que más tarde se traduciría al árabe en doce tesis, y cuya leyenda afirma que fue grabada con la punta de un diamante sobre una esmeralda, de donde proviene tal nombre:
- Es verdadero, verdadero, sin duda y cierto:
- Lo de abajo se iguala a lo de arriba, y lo de arriba a lo de abajo, para consumación de los milagros del Uno.
- Y lo mismo que todas las cosas vienen del Uno, por la meditación sobre el Uno, así todas las cosas han nacido de esa cosa única por modificación.
- Su padre es el sol, su madre la luna, el viento lo ha llevado en su vientre; la tierra es su nodriza.
- Es el padre de todas las maravillas del mundo entero. Su fuerza es orbicular cuando se ha transformado en tierra.
- Separarás la tierra del fuego, lo sutil de lo grosero, suavemente y con gran entendimiento.
- Asciende de la tierra al cielo y vuelve a descender a la tierra, recogiendo la fuerza de las cosas superiores e inferiores.
-Tendrás toda la gloria del mundo, y las tinieblas se alejarán de ti.
- Esta es la fuerza de fuerzas, pues vencerá todo lo sutil y atravesará lo sólido.
-Según la estructura del gran mundo es la estructura del pequeño mundo.
-He aquí la fuente de las admirables transmutaciones y aplicaciones indicadas aquí.
-Por eso me llaman Hermes Trismegisto, porque poseo las tres partes de la sabiduría universal.
Hermes Trismegisto y Paracelso:
Podemos decir que aquí nació el hermetismo, un conjunto de conocimientos que formaban un solo saber como si fuesen armas de un solo árbol y que englobaban las ramas de la alquimia, astrología, magia y la kabalah y que eran un conjunto de conocimientos esotéricos heredados de diferentes culturas.
Un alquimista de verdad era por tanto, al mismo tiempo, médico, astrónomo, astrólogo, filósofo, cabalista y químico. Los estudios eran muy estrictos y prolongados y eran transmitidos mediante iniciación por el alquimista a no más de uno o dos discípulos, ocultándose celosamente a los demás.
Metáfora de la piedra filosofal:
Sus pilares eran tres: la Piedra filosofal de color rojo, capaz de transformar los metales en oro, el Elixir de la eterna juventud, una sustancia capaz de curar cualquier enfermedad y otorgar inmortalidad a su poseedor y la consecución de la Gran Obra, que eleva a su poseedor por encima del resto de los hombres. Muchos en cambio afirmaban que la piedra filosofal albergaba estas tres virtudes y algunas más aunque sospecho que como casi todas las cosas que pasan por el rigor del reloj del tiempo, las propiedades fabulosas de dicha piedra, acabaron por desvirtuarse hasta convertirse en leyenda, como le paso al mito de “El dorado”.
Los alquimistas se convirtieron en una especie de druidas de lo esóterico, cuyos galimatías y símbolos ocultos destacaban en todas sus conversaciones y obras, confundiendo a cualquier persona que no fuese ducho en el tema. Una frase de uno de los primeros alquimistas, en Rosarium philosophorum, nos da una idea del secretismo que impregnaban a todo lo relacionado con la alquimia: “Cuando hablábamos abiertamente, no decíamos en realidad nada. Pero cuando escribíamos en lenguaje cifrado y en imágenes, ocultábamos la verdad.”
Uno de los más famosos alquimistas, el suizo Paracelso, nacido en 1493 sostenía una interesante teoría que nos puede dar una idea de la ciencia alquímica: afirmaba que los elementos de los cuerpos estaban compuestos por sal, azufre y mercurio, que representaban a la tierra, el aire y el agua. La alquimia partía de la teoría de que estos tres elementos fundamentales podían ser combinados en distintas proporciones para formar nuevos cuerpos.
Los metales representaban, según los alquimistas, una contracción de fuerzas planetarias, por eso le llamaban astronomía inferior a ese arte ya que cada uno de los metales se asociaba a un planeta en particular. Y esta astronomía estaba muy relacionada con los signos zodiacales y los 28 ciclos lunares (la luna tarda 28 días en recorrer el zodiaco) que según los entendidos encerraban muchos secretos. Para alcanzar la famosa piedra filosofal, se decía que se tenían que calcinar estos metales hasta reducirlos a una ceniza clara y pura antes de efectuar la transmutación. Como veremos, estas no son más que metáforas con un fin concreto.
Según Paracelso, llegaría una época en la que la letra de los textos sería sustituída por una comprensión visionaria. Se llegaría de nuevo a la lengua original y se llamaría todas las cosas por su verdadero nombre, y todos los misterios de la naturaleza se manifestarían como en un libro abierto. De hecho se dice que la tendencia a imágenes cifradas, símbolos crípticos y textos confusos, se explicaba por el escepticismo de los maestros de la alquimia hacia la palabra hablada y escrita.
Además, en vida atravesamos diferentes estaciones asociadas a los temperamentos: podemos pasar por la época de la tierra, la estación de otoño que sería el estado de melancolía, la época del verano asociada al estado colérico, la época de primavera al sanguíneo y la época del invierno al flemático.
Todas ellas no son más que pruebas que tendremos que pasar en nuestra travesía de la vida a través de las distintas esferas hasta llegar a la muerte. Después de la muerte, la envoltura terrestre queda en el Tártaro como larva, y el alma se eleva por encima de las regiones áereas hasta llegar a los arcontes, que intentan impedirle el paso. Por eso hay que poseer el conocimiento de la alquimia, sin la cual no podemos pasar todas estas fases de purificación y alcanzar el premio: la inmortalidad del alma y el equilibrio absoluto.
Este equilibrio se refleja en la armonía necesaria que según los manuscritos, debe existir entre el microcosmos (hombre) y el macrocosmos (Universo). “Todo lo que ocurre en el Universo, repercute en el hombre.”
Microcosmos y macrocosmos:
El microcosmos alquímico se compone de cuerpo, alma y espíritu y a través de él alcanzamos el macrocosmos que es la espiritualidad misma identificada en el sol (y en consecuencia el oro). Para ello hay que atraer las cosas del mundo exterior, someterlas a una transformación y dominar la imaginación según la cual el hombre es el que piensa y lo que piensa. Piensa en fuego, entonces conseguirás fuego. Según esta teoría nuestra alma es un imán que si la usamos bien a través de nuestro conocimiento, atraerá todo lo que queramos. ¿Es este el origen de la piedra filosofal? ¿La purificación hacia la madurez y perfección del alma y la dominación de la mente y el cuerpo, del alma? No lo sabemos aunque creo que nos acercamos bastante.
En la alquimia lo masculino (tiempo- azufre) y lo femenino (espacio-mercurio) deben fusionarse utilizando los elementos: fuego y agua, es decir, la disolución del cuerpo bajo el efecto del calor exterior e interior y la solidificación del espíritu tras sucesivas destilaciones. Solo así se conseguiría el quinto elemento: la quintaesencia de origen divino que, curiosamente, se identificaba en el símbolo de la estrella de David. Es más, el Adán primitivo según los alquimistas, era hombre y mujer al mismo tiempo y por tanto de raza pura. Podía parir a voluntad y atravesar árboles y piedras pero su parte femenina se separó de él y se convirtió en un espectro mortal. Desde ese momento, el alma de Adam ansía volver a reintegrarse con Sophia o Aurora (su parte femenina) y volver a alcanzar el equilibrio perdido. (Estas no son más que metáforas de la misma filosofía, recuperar el equilibrio.)
¿Ves la similitud con lo anterior? La muerte y la purificación del alma para acceder al “paraíso”, “la Sophia perdida”, “recuperar la divinidad”, todos símbolos metafóricos de lo que podría ser la piedra filosofal (representada a través del oro, la estrella de david, la quintaesencia). Aurora o Sophia se la representa al principio como una mujer negra, simbolizando a la divinidad prisionera del cuerpo material, y que tras su purificación aparece representada con un rostro de un color rojo sangre que recuerda al tono rojo que se dice que tiene la piedra filosofal.
Hay mucho más que sería imposible resumir; sin embargo, lo más importante, la esencia de la alquimia es esta.
Muchos falsos alquimistas se aprovecharon de la ambición de muchos de poseer el secreto de la inmortalidad y riquezas ilimitadas y cuyos timos y desfalcos desprestigiaron a los verdaderos alquimistas cuyo fin último era alcanzar la perfección absoluta a través de la búsqueda de la espiritualización del alma. Para ello se cultivaba el estudio de conocimientos tanto químicos, astrológicos, médicos, filosóficos, naturales, cabalistas, herbolarios, etc… en resumen, una especie de druidas modernos cuyos conocimientos eran guardados celosamente bajo llave. Todos estos conocimientos hacían que el alquimista fuese un maestro con mayúsculas cuyos caros experimentos eran financiados para conseguir esa riqueza prometida.

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